domingo, 19 de noviembre de 2023

Pescador de luz

Día. Noche. Sol. Estrellas. Luz. Oscuridad. 

 Después del día, el sol se retira y nos deja el cielo vacío. 

Las estrellas eternas, lejanas, impasibles, acuden a rellenar la oscuridad. Un punto primero, una pareja, otro punto más brillante, otro titilante. 

Lentamente, la oscuridad absoluta lo es un poco menos, un poco menos, un poco menos. Y entonces, llega el momento para el pescador de luz. Tenue, pero con luz propia, una nube soporta la sombra del pescador que llega como siempre en silencio. 

Como cada noche, el pescador llega atraído por las estrellas. Lentamente, prepara su caña y se dedica a su tarea.

Una estrella. Otra. Otra. Otra y otra. Poco a poco, el pescador llena su farol donde crece la vida alimentada por las estrellas.

Las estrellas del cielo son infinitas. Hoy, tras el trabajo del pescador, hay algunas menos. Mañana seguirán siendo infinitas. Mañana el pescador volverá a su tarea, que volverá a alimentar la vida.

 


 

 Pescador de luz

Imagen de ig: sweet_dibus


miércoles, 12 de octubre de 2022

Batalla

Sentado ante el tablero, observaba el juego. La batalla había empezado en una esquina alejada, y se había propagado sin control.

Blanco y negro. Lleno y vacío. 

Había sido víctima de una sucia treta, y ahora su rival se le había adelantado. Tenía que volver a pensar friamente. ¿Qué hacer? Se encontraba ante una decisión difícil, teniendo que resolver una trampa lógica, un falso sofisma sin palabras que le atenazaba. Se le ocurrían muchos planes. Uno tras otro, pero ninguno era suficiente. El primero, el siguiente, el siguiente... uno le dejaba tuerto, otro le dejaba cojo.

Seguía sin ver solución.

Pasaba el tiempo. El reloj, ajeno al mundo, seguía su curso. Un minuto, diez, cuarenta, una hora, y media más. Su cuerpo seguía inmóvil, sus ojos fijos recorriendo el tablero sin parar de considerar alternativas, tácticas y estratagemas para eludir la trampa.

Finalmente, se movió.

Separando los dedos, alargó la mano hacia el bol y tomando una piedra, la jugó silenciosamente.

Al otro lado, otro par de ojos observaban su movimiento, y revelaron que lo que veían no era lo que esperaban. Tal vez la batalla no seguiría el curso esperado. Se conocería el resultado a tardes horas del día, pero para conocer el resultado de la guerra, habría que esperar hasta abril.




 




lunes, 29 de agosto de 2022

Rastro

Cansancio, fatiga, desgaste, hartazgo,...

Faltan palabras para definir la situación. Pero después de mucho tiempo, pudieron acceder.

Su investigación había empezado bastante tiempo atrás, al encontrar una tabla en el almacén de un anticuario. En principio, nada de particular. Un bodegón como cualquier otro. Manzanas, jarrones y lo habitual. Estaba entre un montón de basura. ¿Qué iba a tener de especial? Pero lo tenía.

Al ser pintado sobre madera y no sobre tela, se le había aplicado una capa de esmalte fijador que ya se estaba cayendo. ¿Cuántos años tendría? Tomó nota de que era uno de los puntos a investigar. Por la falta de valor de la obra no se tuvo el cuidado necesario, y al moverla, se desprendió parte de ese esmalte, junto con parte de la pintura. En ese momento, se pudo ver, de forma inesperada, que debajo de la pintura desprendida no había madera, sino otro color.

Otro color... el que había debajo no era el mismo que se observaba a primera vista. ¿Habría algo debajo? Otro punto a investigar. ¿Qué podía esconder? Cayeron unos trozos más. No muchos, sería fácil de recomponer. Una pera, después de todo, no es ningún misterio. Pero la forma que aparecía debajo tenía colores muchos más vivos. Y la forma del relieve que formaban las capas... aquello no era una fruta. Era un ave en pleno vuelo.

- ¡Es un Alcedo Atthis, o martín pescador, como dirían ustedes!

Le parecía estar oyendo a su viejo profesor de zoología. El pobre hombre podía reconocer una pluma entre mil, hasta que ya no pudo reconocerse a sí mismo.

Lo importante es que no era un elemento común en un bodegón. Había habido un cambio de estilo. Tal vez una mano nueva. Y aquello sí que era el punto importante a investigar.


Y así fue como empezó su investigación, que acabó con todo su equipo en aquella cripta a la que ellos pudieron acceder meses después, pero que, antes nadie había visto en mucho tiempo. 

Habían entrado con linternas, pero pronto comprendieron su error. Apagaron su luz eléctrica y dejaron que un viejo cirio les iluminase.

 

domingo, 22 de julio de 2018

Se acabó

Torticero mundo en el que le había tocado vivir.

No era un tipo que se entendiera con el mundo. Lo había intentado, pero parecía que hablara un idioma distinto, o que habitara en otra dimensión. Pero nada. No lo lograba. Todos sus esfuerzos acababan en el mismo sitio. Decidió que si el mundo y él no se entendían, buscaría otro mundo. Un mundo sobre el agua.

En ese nuevo mundo se desligó de sus ataduras. Se olvidó de sus limitaciones y pudo, por fin, ver más allá, encontrar un sentido y una realidad con los que hasta ese momento no había conectado. Se sintió pleno.

Pleno y feliz, pero sólo temporalmente. Pues pronto comprendió que, aunque podía cambiar su mundo exterior, su mundo interior lo acompañaba donde quiera que fuera. Y dándose cuenta de ello, volvieron sus antiguos fantasmas y su antigua oscuridad. Y así, se dedicó a vagar sin rumbo por aquel nuevo mundo que había elegido y que tampoco le había proporcionado lo que ansiaba, puesto que no había sido capaz de buscar donde debía.

Pasado un tiempo, se agotaron sus reservas. No podía alimentar su cuerpo, aquella cáscara que lo contenía más mal que bien pero de la que no podía prescindir. Ni siquiera quedaba nada de lo que guardaba en el termo. Aquel líquido le había ayudado en momentos oscuros, haciéndolos más oscuros a veces, otras veces haciendo que no pudiera darse cuenta de lo oscuros que eran. La desazón se apoderó de él.

Al final, hizo lo que siempre había querido hacer: rompió el timón y se puso en manos de las olas.

No lo harían peor que él.

domingo, 31 de diciembre de 2017

Por supuesto

No había salido aún el sol pero ya tocaba despertarse.

La claridad se colaba por entre las persianas. Hacía ya demasiado tiempo que no bloqueaban la luz exterior, pero no las podía reparar. Cosas de casa, lo llamarían unos. Lujo, lo llamaba él. No tenía importancia. Así podía ver el exterior desde su cama. Y de todas formas, no se podía permitir estar allí cuando el sol subiera.

Con los ojos empañados, centró la vista a través de una de tantas grietas. Miró. Y vió lo que veía siempre. Una tierra inmensa pero yerma. Se perdía más allá del horizonte y aún así no alcanzaba a sus lindes. Pero, ¿qué más daba?

Por otra rendija pudo ver lo que tenía más cerca. Tallos que nacían sin futuro. Vides resecas con racimos de uvas como guisantes que luchaban por crecer sin conseguirlo. Rastrojos en fin, sin vida alguna, privados de toda esperanza. Hacía tiempo que había gastado su último saco de semillas. ¿Y para qué? Para dedicar su esfuerzo, sus sueños, sus ilusiones, su vida, a un paraje sin bondad alguna, más allá de servirle de refugio.

Refugio... eso es lo que era esa desvencijada choza a la que a duras penas se podía llamar casa, pero a la que él llamaba hogar.

Por supuesto, hoy también se levantaría.


Por supuesto