jueves, 15 de agosto de 2013

De viaje!

Se levantó temprano.
Mucho más de lo normal. Porque ese día, no se levantaba para trabajar ni para estudiar. Se levantó para irse, lejos. Por fin, después de mucho esperar, mucho luchar y mucho planear, llegó el día de la partida.

Cogíó la maleta que había acabado de hacer una horas antes, el pasaporte,... y salió de casa. Al cerrar la puerta tuvo una extraña sensación. Dos vueltas de llave y la sensación se le extendió por todo el cuerpo. ¡No hay marchas atrás! En ese momento, solo, se le dibujó una sonrisa de oreja a oreja.

¡Rápido! ¡Al tren! Mientras se iba acercando al aeropuerto, miraba las caras de sus compañeros de viaje. Caras normales, caras de sueño, caras de fastidio. Era un día especial. ¿Cómo podía ser que no sintieran el mismo gozo que él? Y sin embargo, así era.

Por fin llegó a la terminal.
Gente, colas, maletas, mostrador, pasaporte en la boca y zapatos en las manos, y a buscar la puerta de salida.
Una hora de agonía.
¡Embarquen!
Otra cola, otra gente, los mismo nervios. No, otros; no, los mismos... ¿Cómo decidirse? ¿Y qué más daba? Ya estaba en su asiento, nuevamente descalzo y mirando por la ventana. Click. Monos azules y chalecos naranjas iban arriba y abajo mientras las sonrisas guiaban al resto de pasajeros.

Finalmente, se hizo la calma, y el avión echó a andar por la pista. Despacio... demasiado... así no llegamos a ningún lado.

Se detuvo al principio de la recta, y volvió a moverse. Más deprisa, más, un acelerón, la sensación de pegarse al asiento, y de despegarse del suelo.

Ahora sí. Empieza la aventura.



De viaje!

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