sábado, 5 de julio de 2014

Recuerdos

Como después de cada noche, llegó la mañana y sonó el despertador. Un par de timbrazos y despertó. Pero no se levantó de inmediato. Se quedó un par de minutos mirando al techo, y luego ya, sí, se levantó.

Se dirigió a la cocina y se preparó café y un poco de fruta. Pasada la rutina de cada mañana, estaba vestida y lista para ir a la calle. Ese día decidió coger un bolso marrón, a juego con la falda y la bufanda. Después de caminar unos cinco minutos, llegó a la estación de tren. Se sentó en un banco y se puso a esperar.

Mientras esperaba, llegaba gente al andén. Algunos se sentaban junto a ella y se iban en el primer tren. Otros, esperaban de pie, aunque tuvieran que dejar pasar algún tren hasta el suyo. Pero ella seguía allí.

Sumida en sus pensamientos, con la mirada fija en las vías, veía pasar lo trenes mientras revivía sus recuerdos, sus momentos felices del pasado que no volverían. Pero se resistía a creerlo. Se resistía y por eso volvía, día tras día, a aquel andén donde revivía el último día de su vida, una y otra vez.


Vida, a pesar de todo

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