domingo, 31 de diciembre de 2017

Por supuesto

No había salido aún el sol pero ya tocaba despertarse.

La claridad se colaba por entre las persianas. Hacía ya demasiado tiempo que no bloqueaban la luz exterior, pero no las podía reparar. Cosas de casa, lo llamarían unos. Lujo, lo llamaba él. No tenía importancia. Así podía ver el exterior desde su cama. Y de todas formas, no se podía permitir estar allí cuando el sol subiera.

Con los ojos empañados, centró la vista a través de una de tantas grietas. Miró. Y vió lo que veía siempre. Una tierra inmensa pero yerma. Se perdía más allá del horizonte y aún así no alcanzaba a sus lindes. Pero, ¿qué más daba?

Por otra rendija pudo ver lo que tenía más cerca. Tallos que nacían sin futuro. Vides resecas con racimos de uvas como guisantes que luchaban por crecer sin conseguirlo. Rastrojos en fin, sin vida alguna, privados de toda esperanza. Hacía tiempo que había gastado su último saco de semillas. ¿Y para qué? Para dedicar su esfuerzo, sus sueños, sus ilusiones, su vida, a un paraje sin bondad alguna, más allá de servirle de refugio.

Refugio... eso es lo que era esa desvencijada choza a la que a duras penas se podía llamar casa, pero a la que él llamaba hogar.

Por supuesto, hoy también se levantaría.


Por supuesto